Separado se escribe todo junto, y todo junto se escribe separado




Hoy me centraré especialmente en dos de las características ideales para el profesor-tutor de las que hablamos en la última entrada: la valentía y la empatía. En la última entrada hablábamos de los profesores como personas que tienen que ser capaces de casi todo, casi como superhéroes, y es que muchas veces nos encontraremos con situaciones complicadas que en mayor o menor medida tienden a ocurrir en los institutos y que tenemos que saber resolver con nuestros “superpoderes”. Una de esas muchas situaciones difíciles podría ser la de unos alumnos que encuentras peleándose en el aula en concreto, o en el centro en general.

El único “beneficio” de encontrarse una situación de violencia directa y obvia de este tipo entre alumnos es que intervenir no se convierte en una cuestión de decisión: hay que encontrar el coraje para hacerlo sí o sí. Es una problemática obvia y llamativa que no pasa desapercibida, en la que no tenemos ni que usar nuestra capacidad observadora ni nuestra capacidad intuitiva para afrontarlo sino nuestra valentía y empatía. El problema en sí se haya al descubierto como si fuera una petición de auxilio o de atención. Volviendo a cómo intervenir en la pelea que se está produciendo, lo primero que yo haría sería separar a los alumnos, por supuesto, y  comprobar que ninguno tiene una herida de gravedad o que requiera atención médica. Después de haber hecho esto, me los llevaría a una sala tranquila donde poder hablar de lo ocurrido con ellos. Para averiguar lo que ha pasado, primero hablaría con uno y luego con el otro para saber cada lado de la historia e incluso si su situación socioeconómica puede haberles afectado también. Tras tomar nota de lo ocurrido según lo cuentan el uno y el otro, les juntaría y les haría preguntas sobre cómo se sienten en cuanto a su estado anímico y les contaría lo que ha dicho uno y lo que ha dicho el otro con el fin de que ellos mismos sean conscientes de que las cosas no son ni blancas ni negras, sino que a menudo son grises; no suele haber una postura clara, probablemente ambos tenían parte de razón y parte de la culpa. Para acabar, les juntaría en un grupo de trabajo en equipo sobre algún aspecto de la convivencia que tendrían que presentar para nota y así poder “borrar” el incidente. De esta manera, buscaría que a través de la cooperación, esos dos alumnos se conocieran mejor y se vieran de otro modo.

En definitiva, lidiar con situaciones tan impactantes como puede ser una pelea entre alumnos no es fácil, ni mucho menos. Sin embargo, si queremos ser buenos docentes tenemos que estar preparados para todo tipo de escenarios, tenemos que encontrar nuestra fuerza interior y recordar que estamos tratando con personas en época de crecer, que son altamente moldeables y que hay que tratarlas con cuidado y esmero para que no se rompan o deformen. No podemos optar por simplemente castigar a los dos alumnos en cuestión sin hacerles reflexionar siquiera sobre el porqué de lo que han hecho. Necesitamos formar personas capaces de la introspección, de reflexionar sobre sus acciones y poner en acción propuestas de mejora de las mismas para que así puedan alcanzar la felicidad.

Comentarios

  1. Hola Gloria!
    No puedo estar más de acuerdo contigo. Una vez inmersos en el mundo de la docencia, cada día se convierte en un nuevo reto para nosotros. Seguramente tengamos que enfrentarnos a situaciones comprometidas más frecuentemente de lo que nos gustaría y, al menos yo, no me siento nada preparada. Porque... por muy bien que te sepas la teoría, en la práctica todo cambia. Sin embargo, no hay nada que la experiencia no pueda combatir y no dudo que, con el paso del tiempo, nos convertiremos en excelentes docentes!!
    Un saludo,
    Paula N.

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    Respuestas
    1. ¡Hola Paula! Es cierto que la práctica al final es lo que te curte, pero seguramente estés de acuerdo conmigo en que la formación que recibimos como profesores podría ser mucho mejor :(

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