Lo que empezó de una tontería, terminó con una maravilla



Volviendo a la época en la que yo iba al instituto, recuerdo que entonces no había tanta insistencia en la participación como la hay ahora. Cuando hablo de participación, me refiero a tanto dentro como fuera del aula. Recuerdo que, por ejemplo, raramente se incitaba al debate, ya que los profesores parecían estar más preocupados por dar el contenido curricular y mantenernos a todos a raya que otra cosa. Desde hace unos cuantos años, parece que la participación se ha vuelto un tema de actualidad, un tema que reverbera en todos los ámbitos, desde el espacio educativo hasta el laboral. Parece que todos quieren participar y colaborar y es que la participación debería ser un elemento clave en la educación. Cuando los alumnos participan, algo maravilloso ocurre: Sienten que forman parte de algo, sienten que ponen su semilla, que aportan algo positivo a su comunidad educativa. La participación tanto dentro como fuera del aula es un campo de cultivo para la adquisición de una gran cantidad de habilidades sociales y comportamientos cívicos, favoreciendo el desarrollo de ciudadanos respetuosos, tolerantes, pero a la vez capaces de pensar por sí mismos y cuestionar lo establecido de manera clara, ordenada y razonada. En esta entrada, me voy a centrar en especial en la participación dentro del aula.

Una actividad clara que implica la participación y promueve el pensamiento crítico en las clases además del respeto por el turno de palabra y la tolerancia por otras formas de pensar es el debate. ¿No os da la sensación de que, en general, las figuras políticas que salen con tanta frecuencia en la televisión no saben debatir? Y con esto no me refiero a que no sepan hablar o decir su opinión, eso lo saben hacer de sobra, me refiero a que a menudo no saben respetar el turno de palabra, no saben mantener la compostura, y tampoco saben muy bien cómo llegar a un punto medio de entendimiento; cada uno tira de su carro. Los debates políticos se convierten con frecuencia en batallas campales que acaban en la redundancia de lo que unos y otros estiman y que no llegan a ningún fin común. ¿No deberíamos intentar que nuestra sociedad fuera más dialogante, más respetuosa con la opinión ajena y más conciliadora? Me pregunto si la casilla de salida será la educación.

Dada la importancia de que los alumnos tengan un papel activo en el centro escolar, es tarea del docente acompañar en el aprendizaje de sus alumnos y marcar una serie de pautas para que sigan su propio camino. Así, los profesores se convertirían en los “guías turísticos” de la educación, llevándonos con pasión por su asignatura, fomentando la reflexión sobre los conocimientos que visitamos, contextualizando y estableciendo la utilidad de los mismos. Y es que, cuando le vemos el sentido y el interés a las cosas, todo se vuelve más fácil y nos dan ganas no sólo de participar, sino de darlo todo. Por eso propongo lo siguiente: propongamos más debates, cuestionemos más lo establecido, hablemos de todo y no desechemos ninguna “tontería”.

Comentarios

  1. Una reflexión para quitarse el sombrero, estoy de acuerdo en todo lo que dices.
    La educación es la casilla de salida y de llegada.

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