Le dijo el higo a la breva, déjame libre la higuera


El debate sobre si la escuela debe ser dependiente o autónoma, o incluso qué grado de una u otra característica debe presentar supone un reto respecto a qué posición tomar. Cuando echamos un vistazo hacia afuera, podemos ver de todo: algunos países como Turquía nos muestran un poder casi total del gobierno central sobre las decisiones que se toman en los centros, mientras que en Holanda, los centros mantienen la mayoría de la potestad. En España, las administraciones educativas mantienen un 49% de poder frente a un 41% por parte de los centros sobre las decisiones que atañen a los últimos, dejando un 10% de poder a los municipios y provincias sobre las mismas.

Desde mi punto de vista, cuando consideramos los más y los menos de una escuela dependiente y autónoma, veo con claridad cómo un centro puede beneficiarse en gran medida de una capacidad más autónoma que dependiente. Para empezar, una escuela autónoma tendría una mayor libertad de decisión y más espacio para atender a todas las necesidades de sus alumnos. Considero que una autoridad para tomar decisiones en cuanto al entorno sociocultural en el que el centro educativo se haya es de enorme importancia. No todos los entornos y centros son iguales, ni mucho menos. Si lo pensamos, hablamos de atención personalizada para los alumnos e incluso de estrategias de estudio adaptadas a cada asignatura impartida, ¿pero por qué no hablamos tanto de la capacidad de los centros educativos de actuar sobre su propio ecosistema educativo con rasgos únicos? Al igual que los alumnos, los centros también son diferentes de uno a otro, cada uno con sus características. Es por ello que estos centros se beneficiarían de una planificación autónoma individualizada, siendo capaces de autorregularse a sí mismos de acuerdo con sus necesidades únicas. Además, también se encontrarían en una mejor posición respecto al espacio disponible para la innovación y para la búsqueda de la mejora del centro. En definitiva, probablemente las decisiones deberían repartirse más haciendo que recaiga un mayor peso de estas decisiones educativas sobre los propios centros.

En base a la petición de una autonomía mayor para los centros, algunos podrían cuestionarse si esto también se aplicaría por extensión a la educación en casa o “homeschooling”. A decir verdad, si estuviéramos abogando por la autonomía de los centros a la vez que condenamos la educación en el hogar, ¿no estaríamos siendo un poco hipócritas? Si tomamos, por ejemplo, una de las competencias básicas establecidas por la LOMCE como “el sentido de iniciativa y espíritu emprendedor”, considero que esta podría ser impulsada tanto en el centro educativo como en el hogar, al igual que puede no llegarse a desarrollar tanto en un ámbito como en el otro si no se potencia adecuadamente. De igual manera podríamos hablar del resto de competencias establecidas por esta ley educativa, e incluso en cuanto al currículo académico. Es verdad que cierto grado de dependencia favorece la estandarización de currículo y por tanto de los títulos, pero opino que los beneficios de una mayor autonomía pesan mucho y no se deberían ignorar. Lo ideal sería buscar aunar ambos con una prevalencia de la autonomía.

Comentarios

  1. ¡Hola, Gloria! Me ha parecido que esta entrada está especialmente bien escrita, aunque tu blog en general está muy bien escrito. Coincido especialmente en el punto en el que planteas que la educación en casa y la autonomía de los centros están estrechamente relacionados. Creo a su vez que es un tema complejo, que has tratado con tacto. ¡Un saludo!

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    1. ¡Muchas gracias, Juan! Es un tema muy farragoso como bien dices. A mi modo de ver, es una de esas zonas grises en las que no hay una conclusión clara: ni lo uno ni lo otro es perfecto, tanto el "homeschooling" como la educación tradicional en los centros tienen sus ventajas y desventajas.

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