El profesor “inmaculado” de 3º de la ESO
Tengo que decir que uno de los años que más me marcó en mi tiempo en
el instituto fue tercero de la ESO. Al llegar a este curso, ya temía que los
rumores que había oído resultaran ciertos, cosas como “ya verás el cambio que
te espera” o “tercero es muy duro” o incluso “aquí se te acabaron las rentas”.
Nunca había tenido problemas con mis notas y la verdad es que siempre había
aprobado con buenos resultados, así que mi sorpresa fue de esperar cuando
recibí la nota del primer examen de física y química, una asignatura que nunca
había tenido hasta entonces.
Cuando pienso en esas primeras semanas de tercero, siempre me acuerdo
del choque que supuso para mí el tener esa asignatura, que no tenía apenas nada
en común con las otras que había estado cursando hasta entonces. Confieso que
en aquel entonces llegué a encontrarme físicamente mal por el pánico y los
nervios de no poder aprender y suspender, lo cual acabó pasando en ese primer
examen. Al recibir un suspenso de un tres me derrumbé, era una situación nueva
para mí y sentía que había fracasado y que me había decepcionado a mí misma. Me
gustaría pensar que mi profesor de física y química no era malo, aunque podría decirse que los alumnos empezamos a notar que
para él nuestras clases eran ya una rutina más. Este profesor en cuestión
tenía el talento y el hábito de pasarse sus clases resumiendo la teoría y
listando problemas de física y química, todo inmaculadamente escrito,
presentado e incluso formateado en la pizarra. Recuerdo cómo mis compañeros de
entonces y yo nos quedábamos boquiabiertos y maravillados ante aquello, algunos
incluso hacían fotos de esas “obras de arte”. Sin embargo, aunque fuera una
hazaña digna de ver, su método no fue suficiente para cautivarme y sentía que
me perdía en clase y que por más que lo intentara, no podía seguir el hilo de
sus razonamientos; me desesperaba.
En esos momentos en los que me sentía tan desconsolada, mi madre fue
la que tomó las riendas de la situación, siendo incapaz de seguir mirándome
mientras me lamentaba, y se hizo con un arsenal de materiales de Internet sobre
física y química, además de mis apuntes y mi libro de texto. Aún me cuesta
creer que fuera capaz de hacerlo. Fue gracias a la ayuda, apoyo y motivación de
mi madre, que había sido siempre de letras, que armada con sus materiales y los
míos consiguió engancharme a la física y química y por supuesto mi admiración.
Tanto es así, que acabé sacando unas de
las mejores notas de clase e incluso conseguimos que el profesor “inmaculado”
me felicitara por éxito académico. Tercero fue un punto de inflexión para mí, uno
en el que el apoyo de mi familia me resultó indispensable para motivarme a seguir
dando lo mejor de mí y para no plantearme el abandono como una opción.
Dicen que "el maestro aparece cuando el discípulo está preparado". Bien podrías haber puesto el acento en la constancia y dedicación de tu madre en lugar de en lo "inmaculado" de un método ineficaz... pero también es cierto que una madre siempre es una madre... y lo único que consiguió ese profesor es que la tuya brillara con más esplendor sin cabe. Siéntete afortunada, desde luego...
ResponderEliminarPor desgracia, a veces el maestro no aparece nunca. Si mi profesor de matemáticas hubiera sido más competente, podría haber elegido la rama de ciencias. Fue cuando tuve que ir a un profesor particular cuando me di cuenta que entendía las mates y encima me gustaban, pero ya era tarde, elegí letras . Es increíble cómo un profesor "inmaculado" puede decidir todo tu futuro.
EliminarHasta la más amena y entendible de las asignaturas puede ser una pesadilla si el profesor no pone de su parte. Todos hemos tenido alguno de esos, así que te entiendo perfectamente.
ResponderEliminarSolo lamento que no hayas tenido la suerte de coincidir con un profesor que haya sabido explicarte las cosas más apasionantes de la física y la química, porque créeme: te aseguro que las hay. Y cuando veo que alguien termina renunciando a que le pueda gustar la ciencia por desapego del profesor de turno, ¡me da muchísima pena!
Ya... Es una pena. ¡Ojalá tú consigas marcar la diferencia en tu asignatura y te conviertas en el profesor que los alumnos merecen y que a mí tanto me faltó en aquel entonces!
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