¿Actividades extraescolares? Sí, por favor
El otro día visionamos un documental llamado Pulso al fracaso que ilustraba algunas de las medidas que se
llevaban a cabo en un centro de segunda oportunidad apoyado por la fundación
Tomillo en Madrid. Una de las cosas que más me llamó la atención y que más me
gustó de cómo se hacían las cosas en ese centro fue el interés y empeño en
desarrollar e implementar actividades extracurriculares en el centro. No sólo
cómo implementaban estas actividades, sino el esfuerzo que ponían que
estuvieran dirigidas a la realidad de sus alumnos.
Los alumnos de este centro educativo llegaban habiendo sido rechazados con
anterioridad en otros espacios educativos, con poca autoestima y con un sentimiento
de no pertenecer a ninguna comunidad que les llevara a un desarrollo personal interesante para su vida.
Es por ello que las propuestas de actividades como clases prácticas de cocina o
aprendizaje de técnicas in situ en el taller, por ejemplo, me parecieron muy
enriquecedoras y positivas para la vida real. Además, estas actividades no sólo
están directamente conectadas con la realidad, sino que también ayudan a contribuir
a un sentimiento de comunidad y de sentirse útil y hábil. En definitiva, este
tipo de actividades prácticas ayudan a sentir que aparte de estudiar la teoría
que obliga enseñar el sistema, también te estás formando y desarrollando como
ciudadano y como persona. En este centro de segunda oportunidad, también se
fomentaba la búsqueda de sentimientos satisfactorios, de sentimientos de recompensa,
cuando los alumnos se esforzaban incluso aunque no llegaran a los mínimos para
aprobar.
El reconocimiento humano al esfuerzo, al margen de los estándares que
establece el sistema, destacó como una cualidad importante a la hora de tratar
a adolescentes rechazados y desmoralizados, personas que en el fondo sienten
unas ganas terribles de que alguien les ayude a sentirse bien consigo mismos y a
encontrar su sitio en este mundo. A parte de clases prácticas sobre habilidades
laborales y sociales, también se les animaba a pasar a ser ellos mismos educadores
voluntarios en su centro, dando clases de informática a los vecinos de su
barrio de manera extraescolar. Desde mi punto de vista, este tipo de
actividades fomentan el desarrollo personal, las ganas de ayudar a los demás y
la valoración de uno mismo como un ser que tiene un rol en su comunidad y se
interesa y es querido por los demás.
Es curioso cómo damos importancia a las actividades extraescolares como judo, gimnasia rítmica, música...., Y no valoramos las de ayuda y colaboración con otros miembros de la comunidad. Sería estupendo que nuestros estudiantes, desde bien pequeños, se involucraran por ejemplo en tareas de reciclaje, ayuda a la tercera edad, ayuda a otros compañeros..., Creo que esto, como dices en el post, desarrolla la personalizad de nuestros estudiantes y a la larga es bueno para la sociedad.
ResponderEliminarNunca mejor dicho. Estoy totalmente de acuerdo.
EliminarEstoy totalmente de acuerdo, como bien dices (también indica el comentario de Viky), otro tipo de actividades extraescolares deberían ser valoradas en los centros educativos. Se deberían incluir este tipo de acciones sociales en los centros que ayuden a los alumnos a la sensibilización tanto con los demás compañeros como con la naturaleza, para que así puedan trasladarlo fuera de las aulas.
ResponderEliminarMe alegra que otros compartan esta opinión.
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